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Por Boris Leonardo Caro | Blog
de Noticias – jue, 20 mar 2014
La energía oculta en el retrete |
Cada ser humano produce
diariamente alrededor de una libra de excrementos y 1,5 litros de orina. Esas
cifras varían según el peso y el estado de salud de la persona, claro. Pero la
constante en todo ese material “desechable” –además de nuestro pudor para
nombrar un hecho tan natural—es su potencial para generar energía eléctrica.
El planeta enfrenta un serio
problema por la abundancia de los desechos humanos no tratados: más de 200
millones de toneladas que se vierten al año en lagos, ríos y mares, o
simplemente se depositan en cualquier sitio, lo cual contribuye a la
proliferación de enfermedades en países subdesarrollados. Sin embargo, en los
últimos años se han perfeccionado tecnologías capaces de procesar esos líquidos
y sólidos, y convertirlos en un recurso aprovechable.
El poder de las heces
La orina se ha revelado como una inesperada fuente renovable de energía. Foto: web Yahoo |
Casi todas las prisiones en
Rwanda suplen sus necesidades energéticas con los desechos producidos por los
prisioneros. Las heces y el orina de los criminales, algunos vinculados con el
genocidio de 1994, son la materia prima fundamental de los generadores de
biogás. De esa manera, las cárceles, que por lo general solo engendran gastos
para las finanzas públicas, se han transformado en un sistema autosustentable,
al menos en cuanto a la electricidad.
La descomposición de las heces
fecales, gracias a la utilización de la luz solar, alimentará en un futuro
celdas de hidrógeno capaces de producir corriente eléctrica, según el proyecto
del Instituto de Tecnología de California (Caltech). La propuesta de retrete
concebida por investigadores de este centro de estudios, encabezados por el
profesor Michael Hoffmann, ganó el primer lugar en Reinventing the Toilet
Challenge, una iniciativa de la Fundación Bill y Melinda Gates. El proyecto
permitirá a familias pobres acceder a los beneficios de la electricidad y
contar con una fuente de agua limpia, sin estar conectadas a redes de
distribución o acueductos.
En la India miles de hogares
utilizan ya los procesadores de biogás de la empresa Biotech. Se estima que en
ese país asiático unas 600 millones de personas carecen de instalaciones sanitarias
básicas. Los equipos de Biotech no solo mejoran las condiciones de higiene,
sino también satisfacen la mitad de las demandas energéticas de las familias de
bajos recursos.
Orina para la batería de tu
smartphone
Quizás el ejemplo más
espectacular en este campo sean las celdas de combustible microbianas, creadas
por investigadores de la Universidad de Bristol y del Laboratorio de Robótica
de esa ciudad del Reino Unido. Estos equipos utilizan los orines humanos como
fuente de energía para baterías que generan la electricidad necesaria para
cargar un teléfono celular.
Básicamente se trata de
aprovechar el trabajo de microbios que se alimentan de los desechos. Estos
microorganismos, cultivados en ánodos de carbono, fragmentan los componentes de
la orina, una operación en la cual se generan electrones y protones. Luego
estas partículas se combinan para formar hidrógeno, que se enlaza finalmente
con oxígeno. El resultado es agua limpia y electricidad.
El equipo científico
británico, con el financiamiento de la Fundación Bill y Melinda Gates, aspira a
difundir su invención mediante un retrete inteligente. Además, consideran que
su aplicación beneficiaría a las misiones espaciales, pues idealmente los astronautas
deben reutilizar cada producto de desecho.
A pesar de los avances en esta área, las instalaciones de reciclaje de excretas humanas aún deben demostrar su viabilidad económica. El desafío para la comunidad científica es concebir tecnologías fáciles de utilizar, que puedan fabricarse a gran escala para reducir los costos y garantizar la expansión a todos los mercados. Cuando el cotidiano acto de defecar u orinar nos sirva para recargar las baterías de los teléfonos, cocinar y alumbrar la casa, entonces cualquier objeción pudorosa desaparecerá.
A pesar de los avances en esta área, las instalaciones de reciclaje de excretas humanas aún deben demostrar su viabilidad económica. El desafío para la comunidad científica es concebir tecnologías fáciles de utilizar, que puedan fabricarse a gran escala para reducir los costos y garantizar la expansión a todos los mercados. Cuando el cotidiano acto de defecar u orinar nos sirva para recargar las baterías de los teléfonos, cocinar y alumbrar la casa, entonces cualquier objeción pudorosa desaparecerá.
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