Estancia hospitalaria en la que se realizan ensayos clínicos con pacientes. Foto: Yahoo noticias |
Por Javier Salas, lun, 29 abr
2013
Entre 1946 y 1948, el Servicio
Público de Salud de EEUU estuvo realizando experimentos con enfermedades
venéreas en cientos de prisioneros y enfermos mentales guatemaltecos, a los que
se infectó deliberadamente sífilis y gonorrea. Al menos 71 de ellos fallecieron
durante los experimentos, en los que se vertían bacterias en heridas que se
abiertas en brazos, caras y penes de estos conejillos de Indias humanos. En
algunos casos, se llegó a inyectar la enfermedad en la columna de la víctima.
Más de seis décadas después, el presidente de EEUU, Barack Obama, telefoneó a
Álvaro Colom, presidente de Guatemala, para pedirle disculpas.
Este caso se conoció de
casualidad, mucho tiempo después, gracias a que la investigadora Susan Reverby
se encontró con los archivos de los experimentos en Guatemala mientras buscaba
información sobre otra atrocidad, la cometida en Tuskegee (Alabama) en
parecidas circunstancias. Sin embargo, los abusos en la investigación de
enfermedades sigue estando presente en América Latina. Servirse de personas
indefensas en países como Perú, Bolivia o Argentina para experimentar sin todas
las precauciones necesarias con fármacos pensados para el mercado occidental ha
seguido ocurriendo en los últimos años, hasta entrar en pleno siglo XXI.
Son países propicios por la
corrupción, pobreza, ingenuidad de la población y escaso consumo de fármacos
Entre 1997 y 1998, la
farmacéutica francesa Aventis Pharma se decidió a probar un medicamento para
problemas del corazón en el Hospital Naval de Buenos Aires, reclamando a sus
médicos que reclutaran pacientes a cambio de dinero. Como resultado directo del
estudio del fármaco, que nunca llegó a aprobarse, murieron tres pacientes
aunque a lo largo del experimento fallecieron un total de 13 pacientes. La
propia compañía terminaría denunciando a los médicos argentinos por falsificar
los datos, aunque sabía de antemano que ninguno de los 137 enfermos reclutados
habían dado su consentimiento informado.
En 2004, la empresa
biotecnológica Ventria probó un arroz modificado genéticamente en 140 niños de
entre 5 y 33 meses hospitalizados en dos centros de Perú con diarrea severa.
Durante los experimentos, que incumplían la legislación tanto peruana como
estadounidense, dos bebés sufrieron graves reacciones alérgicas.
En 2008, se descubrió que un
centro clínico con 350 camas de Miami, regido por la compañía SFBC
International, había estado probando fármacos en inmigrantes latinoamericanos a
los que ni se explicó los verdaderos riesgos de los medicamentos ni se solicitó
consentimiento informado. Además, se les impedía retirarse del experimento y
los pagos comprometidos a cambio del experimento se retrasaban con argucias
para presionar a los participantes a continuar hasta el final.
En la mayoría de las
ocasiones, no se cuenta con el consentimiento informado o está manipulado
En el año 2000, la compañía
Discovery Labs quiso estudiar las posibilidades de un fármaco contra problemas
respiratorios en bebés prematuros. Este ensayo implicaba el uso de un grupo de
control de niños bolivianos a los que se administraría placebo, una prueba que
jamás hubiera sido aprobada en EEUU, ya que este grupo no recibiría tratamiento
y algunos de los niños se exponían a morir. Poco antes de que se pusiera en
marcha, la presión de grupos activistas obligó a la compañía a cambiar el
diseño de su experimento, ralentizando y encareciendo enormemente su ensayo.
Estos casos son solo algunos
de los que tiene conocimiento la investigadora Julie Aultman y que ha
recopilado en el estudio Abusos y disculpas: conducta irresponsable en la
investigación con humanos en América Latina, en el que denuncia la falta
escrúpulos con los que se acude a países especialmente vulnerables a realizar
ensayos con personas. El mayor problema que provocan estos abusos es un
permanente miedo y desconfianza por parte de la población hacia la ciencia, las
autoridades sanitarias y sus tratamientos, ya que muchos terminan asociando las
batas blancas con males y no con remedios.
“Todavía se siguen produciendo
estos abusos”
“Me temo que todavía hoy en
día se siguen produciendo estos abusos en América Latina. No en la medida de
los estudios de Guatemala, pero abusos, no obstante. Muchos de ellos se derivan
de la falta de conocimiento público de los pasos que implica una investigación
ética”, asegura Aultman. “Me imagino que todavía hay casos pasados que no han
sido descubiertos. Si no fuera por Susan Reverby, no nos habríamos enterado del
daño que se le hizo al pueblo de Guatemala. Futuros hallazgos realizados por
historiadores e investigadores en América Latina descubrirán otros abusos en
los siglos XIX y XX que violaban las normas éticas de la época”, aventura.
En su trabajo, que publica la
revista de la Sociedad Americana de Derecho, Medicina y Ética, señala las
razones por las que determinadas compañías acuden a países latinoamericanos a
realizar sus trabajos. “Investigadores de todo el mundo reconocen que muchos de
los países en desarrollo de América Latina no tienen ni las reglas ni las
regulaciones estrictas que se dan en los países de origen de los investigadores
y sus instituciones”, asegura Aultman.
“Me imagino que todavía hay
casos pasados que no han sido descubiertos”
Además, en caso de existir
esas reglas, la corrupción presente en algunos puntos concretos de la
organización médica o gubernamental de estos países abre la puerta a las
organizaciones dispuestas a corromper a cambio de abaratar sus experimentos.
“América Latina también se ve como El Dorado para la investigación debido a que
en comparación con EEUU, Canadá y muchos países de Europa, existe una menor
carga financiera para llevarlas a cabo. Los gastos asociados a la contratación
y remuneración de personas es significativamente menor dados los bajos ingresos
de los países en desarrollo”, explica el estudio.
Por último, pero no menos
importante, son las características propias de algunos ciudadanos
latinoamericanos las que invitan a determinadas instituciones a fijarse en
ellos. Muchos de los 450 millones de latinoamericanos tienen organismos vírgenes
de fármacos y no han sido adulterados en su desarrollo con otras drogas que
podrían interferir en los resultados de los experimentos con determinados
medicamentos. Además, muchos de ellos son especialmente vulnerables al engaño
por sus bajos niveles de educación.
13.000 peruanos participaron
en 2008 en estudios clínicos realizados sin todos los controles
Perú aparece identificado como
el país más expuesto a este tipo de abusos, siendo el mayor proveedor de
conejillos de Indias humanos a pesar de que una buena parte de su población
vive sumida en la pobreza. Tan solo en 2008, alrededor de 13.000 peruanos participaron
en ensayos clínicos de algún tipo: ninguno de ellos estuvo convenientemente
revisado o supervisado por autoridades nacionales o internacionales.
“Si bien podemos descubrir y
aprender sobre los últimos abusos en la investigación con seres humanos es a la
vez importante estar atentos para proteger a las poblaciones vulnerables, pues
se trata de un problema global”, apunta Aultman, quien aporta en su estudio
distintos remedios contra estos abusos, empezando por la creación de comités
nacionales que revisen los experimentos que se realicen en su territorio.
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